sábado, 26 de diciembre de 2009

El Consultorio de Maipu











El primer consultorio estaba ubicado en la antigua casa de don Nicanor Parra. El único médico era el doctor Howard Symmes, acompañado por una enfermera, una persona que entregaba los remedios y la señorita Cecilia Porras, que era la única auxiliar de enfermería.

Cuando fue llegando más gente y el domicilio quedó chico para atenderlos, el centro de salud se instaló en la antigua Villa Lujan de Pajaritos, entre avenida Chile y Libertad. Su primer director fue el propio doctor Symmes, que se caracterizaba por su buena voluntad. Cuentan que un día de invierno que llovía torrencialmente, se le vio llegar en un carretón vistiendo sólo una camisa. La explicación era que le había dejado su propia ropa a una familia muy pobre que visitó en la Rinconada.

Posteriormente lo reemplazó el recordado doctor Eduardo Agües Salamé, a quien le correspondió mejorar y ampliar las salas, porque Maipú aumentaba su población en forma vertiginosa.

Contaba con un equipo de colaboradores muy especial, como el doctor Rubén Poblete que era médico pediatra, Jorge Ballestero, médico de adultos, Juan Merino Mendieta ginecólogo y el primer dentista que tuvo el consultorio, Hugo Valenzuela Silva, quien llegó recién salido de la universidad por el año 1950.

Además de sus labores diarias, todos cooperaban en lo que fuera necesario. Así lo recuerda el dentista, quien en una oportunidad tuvo incluso que asistir un parto, porque era el único con delantal que se encontraba en ese momento en el consultorio.

“Yo estaba más asustado que la enfermera, pero salimos adelante. Recuerdo que le amarré el cordón umbilical con una pitilla, el aseo a la guagua se lo hicimos en el lavatorio del baño y lo vestimos con pañales y chombas de las pacientes”, relata el doctor Valenzuela.

El encargado de las curaciones e inyecciones era Bernardo Ferreira, un practicante que sacaba de apuros a los doctores y dentista, pues había estudiado medicina sin lograr titularse, por lo que aplicaba todos sus conocimientos. La gente le decía el doctor Ferreira.

Otra persona muy importante fue la enfermera universitaria Olga Contreras Sandoval, quien tuvo por misión combatir las meicas, sanadoras, parteras, santiguadoras y quebradores de empacho que eran corrientemente consultadas por la población. También impuso la vacunación de los niños en forma masiva y se encargó de enseñar al personal como colocarlas. Tras el rápido entrenamiento se dirigían a las poblaciones a buscar niños, pero las mamás los escondían y gritaban “ahí vienen las envacunadotas”, al tiempo que les echaban los perros. Costó mucho tiempo convencer a los vecinos de los beneficios que les traían estas agujitas.

El chofer de la ambulancia era Sergio Rojas. Otros funcionarios recordados eran Rosita Manríquez, Margarita Pichuante, la señorita Nelly Navarrete, Marta Tobar, Ruth Riquelme, María de la Fuente, Paulina Becerra, Victoria Sallenave y muchas otras personas.

Una de las tareas más importantes era darles comida a los pacientes. El primero que instaló un negocio dentro del consultorio fue Víctor Vergara, quien por 1955 llegó con un pequeño carrito y gracias a la ayuda del doctor Agües, que le colaboró monetariamente, se instaló dentro del servicio de salud, con un pequeño kiosco donde entraba solamente una caja de bebidas.

Todos conocían a Víctor como “el chico Mackay”, por las galletas que vendía, y con el tiempo ya nadie le decía por su nombre. Se cuenta que cuando el director mandaba memos con algunas referencias para él le ponía señor Mackay. También estuvo a cargo del casino del personal, donde daba colaciones. Actualmente todavía está su negocio en el consultorio.
Guido Valenzuela Silva
"Brochazos y pinceladas de un maipucino antiguo"